Este artículo es una mierda
By Ignasi Giró
Llevo un tiempo observando que los seres humanos tardamos pocos segundos en criticar algo… mientras que nos puede llevar horas, días o incluso años ser capaces de halagarlo. Especialmente, cuando alguien trata de innovar, nuestra capacidad para encontrarle pegas a sus ideas es bastante mayor que la habilidad para poner en valor aspectos positivos de las mismas.
Internet es un reflejo de esta realidad y regularmente encontramos en la red grandes grupos de personas criticando (no sin cierta saña) al primero que se ponga a tiro. Ojo, sé que la crítica nace de la libertad para hacerla y adoro profundamente que haya esa libertad. Es maravilloso que se monten revoluciones por twitter o que personas anónimas puedan convertirse en pequeños “medios de comunicación independientes” que luchen contra las injusticias que otros han afianzado. Pero de ahí al “¡Dale, que aún se mueve!” (#dalequeaunsemueve) que repetidamente acontece, hay un trecho. Los ejemplos no son pocos, pero me limitaré a poner tres.
Ejemplo 1: Unos tipos presentan en KickStarter el prototipo de un nuevo producto. Logran que se lo publiquen en engadget. Reciben más de un centenar de comentarios, pero algunos de ellos son francamente duros y amargos. Vamos, muy #dalequeaunsemueve.
Ejemplo 2: David Bisbal y las pirámides de Egipto. Oye, te puede gustar o no su música. Te puede caer mejor o peor. Y, sí, el comentario fue desafortunado ¿Pero merecía tamaño escarnio? Ah, no, que es famoso, no pasa nada: ¡tu #dalequeaunsemueve!
Ejemplo 3: Julio Medem, machacadísimo por su “Pelota Vasca” o “Caótica Ana” (que le dejó en números rojos) ¿Alguien que nos ha regalado joyas como “Lucía y el Sexo” o “Los amantes del círculo polar” no se ha ganado crédito suficiente? Creo que sí, y que no merecía sufrir a tantos repitiendo el dichoso #dalequeaunsemueve.
Bueno es recordar que, gracias a las innumerables equivocaciones de unos pocos que arriesgan, el mundo avanza y mejora. Y más tarde esas mejoras las disfrutamos todos, incluidos los que esperan sentados en sus casas comiendo palomitas y desahogándose en twitter. Imagina por un momento que toda esa mala leche se reciclase en un esfuerzo por ayudar, aportar, mejorar, compartir… ¿Qué pasaría entonces? Supongo que muchas cosas. Cosas buenas. Cosas sonrientes ¡Por eso es tan recomendable apoyar a la gente que arriesga, especialmente cuando se equivoca!
Epílogo: Aquí termina el artículo. Llegó tu turno para comentar más abajo y decir (si quieres) que esto es una mierda. Te bastarían 5 segundos para hacerlo. Aunque también puedes tener en cuenta las 2 horas y 23 minutos que a mi me ha llevado escribirlo, y plantearte como me sentiré si tú y tus 5 segundos me decís que es una mierda. O plantearte que pasaría si dedicas esos segundos (o 10, o 100, o 1.000 segundos incluso) en otras cosas más constructivas como, por ejemplo, revisar proyectos en Verkami y apoyar alguno que te guste. O echarle un vistazo a Kiva y hacer una microdonación social. O simplemente comentarlo y compartirlo diciendo que tal vez no sea una mierda 🙂 El tiempo empieza a contar. 1 segundo, 2 segundos, 3 segundos…
¿Qué? ¿Qué harás?
Internet es un reflejo de esta realidad y regularmente encontramos en la red grandes grupos de personas criticando (no sin cierta saña) al primero que se ponga a tiro. Ojo, sé que la crítica nace de la libertad para hacerla y adoro profundamente que haya esa libertad. Es maravilloso que se monten revoluciones por twitter o que personas anónimas puedan convertirse en pequeños “medios de comunicación independientes” que luchen contra las injusticias que otros han afianzado. Pero de ahí al “¡Dale, que aún se mueve!” (#dalequeaunsemueve) que repetidamente acontece, hay un trecho. Los ejemplos no son pocos, pero me limitaré a poner tres.
Ejemplo 1: Unos tipos presentan en KickStarter el prototipo de un nuevo producto. Logran que se lo publiquen en engadget. Reciben más de un centenar de comentarios, pero algunos de ellos son francamente duros y amargos. Vamos, muy #dalequeaunsemueve.
Ejemplo 2: David Bisbal y las pirámides de Egipto. Oye, te puede gustar o no su música. Te puede caer mejor o peor. Y, sí, el comentario fue desafortunado ¿Pero merecía tamaño escarnio? Ah, no, que es famoso, no pasa nada: ¡tu #dalequeaunsemueve!
Ejemplo 3: Julio Medem, machacadísimo por su “Pelota Vasca” o “Caótica Ana” (que le dejó en números rojos) ¿Alguien que nos ha regalado joyas como “Lucía y el Sexo” o “Los amantes del círculo polar” no se ha ganado crédito suficiente? Creo que sí, y que no merecía sufrir a tantos repitiendo el dichoso #dalequeaunsemueve.
Bueno es recordar que, gracias a las innumerables equivocaciones de unos pocos que arriesgan, el mundo avanza y mejora. Y más tarde esas mejoras las disfrutamos todos, incluidos los que esperan sentados en sus casas comiendo palomitas y desahogándose en twitter. Imagina por un momento que toda esa mala leche se reciclase en un esfuerzo por ayudar, aportar, mejorar, compartir… ¿Qué pasaría entonces? Supongo que muchas cosas. Cosas buenas. Cosas sonrientes ¡Por eso es tan recomendable apoyar a la gente que arriesga, especialmente cuando se equivoca!
Epílogo: Aquí termina el artículo. Llegó tu turno para comentar más abajo y decir (si quieres) que esto es una mierda. Te bastarían 5 segundos para hacerlo. Aunque también puedes tener en cuenta las 2 horas y 23 minutos que a mi me ha llevado escribirlo, y plantearte como me sentiré si tú y tus 5 segundos me decís que es una mierda. O plantearte que pasaría si dedicas esos segundos (o 10, o 100, o 1.000 segundos incluso) en otras cosas más constructivas como, por ejemplo, revisar proyectos en Verkami y apoyar alguno que te guste. O echarle un vistazo a Kiva y hacer una microdonación social. O simplemente comentarlo y compartirlo diciendo que tal vez no sea una mierda 🙂 El tiempo empieza a contar. 1 segundo, 2 segundos, 3 segundos…
¿Qué? ¿Qué harás?