Marcas 5, Madrid 0

By Ignasi Giró

Miren, les confesaré algo: tengo una teoría sobre el Barça-Madrid del lunes. Una teoría que explica, en parte, el resultado. Además, no tiene nada que ver con tácticas, alineaciones ni desmarques. Más bien con marcas. Sí, marcas. Porque el Barça y el Madrid no son clubs de futbol, sino marcas. Algo así como condensadores gigantescos de valores, tradiciones, experiencias… y también fútbol, claro.

La noche del lunes, durante el histórico 5 a 0 en el Camp Nou, si algo quedó meridianamente claro es que no estábamos presenciando el duelo entre dos equipos de fútbol, sino que estábamos siendo testigos de un duelo entre dos marcas con alcance mundial, con distintos estilos y ejes, los cuales -creo- afectaron al resultado mucho más de lo que algunos se imaginan. Esa es mi teoría y trataré de explicarla.

A nivel numérico, y más allá de los cinco goles, lo único que pasó es que un equipo ganó tres puntos y se puso líder, quedando a dos puntos del vencido. Dos puntos, ya está. Poca cosa, francamente. Nadie puede dar nada por ganado ni perdido. Ya dirá el tiempo como acaba la temporada. Pero a mi los puntos, en este artículo, me importan un bledo. Lo que sí me importan son las consecuencias de los cinco goles, de las sensaciones vividas, de las emociones desparramadas por medio mundo con ellos. A por ellas voy, primero con un “no”, luego con un “sí”, y luego ya veremos. Veamos:

No, el deseo de arrebatarle el liderazgo al Madrid no justificará nunca las miradas caninas de tipos plácidos como Xavi, Iniesta o Pedro cuando saltaron al terreno de juego. Sus almas salieron espoleadas por elementos más primarios, más (si me lo permiten) genitales. Ojo, que no tiene nada que ver con la masculinidad. Ni con la catalanidad. Lucharon con las mismas ganas contra el combinado holandés de artes marciales, cuando nos dieron un Mundial. Porque ellos, anoche, no fueron jugadores de fútbol. Fueron fans de una gran marca, haciéndole frente a otra marca que, a su entender, se ha posicionado en el eje del mal, en el mundo del límite, en las antípodas de la humildad.

Sí, creo que el Madrid, o la marca llamada Madrid, este año, perdió el norte. Lo explico en términos más publicitarios. Si alguno de los marketinianos de P&G que conozco analizase la trayectoria del club, estoy seguro de que convendría conmigo en que los Florentinos y Valdanos de turno se han pasado por el forro la pirámide de valores y el equity del “Realísimo”.

Lo han hecho para potenciar una especie de “promo agresiva con tintes apocalípticos”. Pero todos sabemos lo que son las promos: tiritas, añadidos cortoplacistas. Lo malo, en cualquier caso, no es que en el Bernabéu se hayan lanzado a subir ventas o títulos a cualquier precio. Lo malo es que lo están haciendo en detrimento de sus marca, posicionándola en un registro que genera animadversiones y, con ellas, acaba dificultando las anheladas victorias.

De hecho, cuando en mitad de las borrascas que suelen acompañar al nuevo entrenador y su ariete prodigioso, alias “El musculoso”, hay quién se aventura a declarar que “Mourinho no ha venido a hacer amigos, sino a ganar títulos”, este alguien comete un error. Un gran error. Y opino que ayer se empezaron a pagar las consecuencias del mismo. Porque toda marca ha de aspirar a ser querida, a ser seductora. A encarnar valores pegajosos y, cuánto más universales, mejor. Irse de paseo con el más chulo de la clase, o salir de copas con el que da rabia a nueve de cada diez seres vivos, no es un buen negocio. Nunca.

¿El contrapunto?

Las farras de Laporta. Su catalanismo excluyente. Mal favor le hicieron a un Barça que se encontraba, luego, los campos de culo. De nuevo acepten mis excusas, pero así era. Claro que si a tu lado hay un Guardiola que, numeritos de “¿dónde está la pelotita?” aparte, es, ha sido y será siempre un Señor (con mayúsculas), las farras saben a menos y los daños colaterales también. No me cabe la menor duda de que, si durante los últimos meses, la marca “Real Madrid” se hubiera posicionado en escenarios menos altivos y provocadores, anoche, pasado el dos o el tres a cero, los bajitos hubieran desacelerado, no hubieran hecho sangre. Pero eso no pasó.

El lunes no tocaba frenar, simplemente porque se había dicho demasiado. Aún tuvo suerte el Madrid de que los jugones no se pusieran por meta el ocho burlesco que sonó en boca de “El Musculoso”, desafiante y desacertado como casi siempre. Los pequeños siguieron. Con su marca. Con su bandera. Haciendo añicos el peor posicionamiento estratégico que le recuerdo al Real desde que cohabito con ustedes en este planeta. El Real, que luego bien capaz es de ganar la liga. Pero se habrá dejado mucho por el camino. De entrada, una inversión de miles de millones de euros tirada por el retrete.

¿En fichajes? Que va, nada que ver. Hablo del coste en medios del Spot de Publicidad más largo de la historia del club, que es lo que vino a ser el partido. Un grandioso anuncio de noventa minutos, emitido en directo por casi todo el planeta, para las grandezas de unos… y las vergüenzas de otros.

Dedicado a mis buenos amigos madrileños, seguidores del Madrid, que después del 29/N hicieron llegar a mi móvil diversos mensajes de felicitación, porque ellos sí que encarnan valores de marca apetitosos y elegantes.