Elogio al silencio en el OFFF

By Ignasi Giró

Lo admito: me encantó la aburridísima conferencia de Linda Zacks en el OFFF 2012. De entrada (permitidme la maldad) porque no les gustó nada a muchos pijoteras disfrazados de artistas que, en cuánto alguien se alejó del “tono cercano + discurso ameno mientras te entretengo” resultó que no eran tan artistas como sus bigotes y “gafapastas” prometían fraudulentamente.

No, en absoluto. De artistas no tenían casi nada. Si acaso los pantalones de pitillo. Para artista ya estaba Linda, ella sí, que se plantó en el escenario mayor con un show-off soporífero y soltó una de las peroratas más cansinas que he presenciado nunca, durante más de una hora ¡Olé, Linda! ¡Bravo! Les dejaste a cuadros, como sus pantalones. Fue genial verles levantándose poco a poco, huyendo a responder un email o a hacerle fotos a una cool-hunter. Nunca te lo agradeceremos lo suficiente.

¿Otra razón para elogiar tanto aburrimiento? Eso, precisamente: el aburrimiento. No es que adore aburrirme. Pero entre tanto sobresalto y velocidad, entre tantos contenidos que “o me enganchan en 3 segundos o cierro el Chrome”, ser capaz de aburrirte un rato, sin WhatsApp ni Skype ni “ná de ná”, es casi terapéutico. Te obliga a buscar matices que sueles ignorar. Es como una cena sin sal: sólo puedes saborear los ingredientes con su desnudez y belleza original.

Ajá, he dicho belleza. De eso sí que hubo y en cantidades industriales. Porque, entre diapositiva y diapositiva, aparecían los trabajos de Linda Zacks. Y por ahí se colaban otros mensajes más densos y profundos. Sonrientes o dolorosos, según tocara. Trabajos que hablaban de su mundo, “my world” como anunció al inicio. Un mundo dónde hay “big smiles” y también “big pains”.

Un universo dónde la caca de perro puede cederle el color a un crayón. Un espacio desordenado dónde el Skyline de New York puede construirse con cartón, dónde seis “palés” deteriorados mutan en bandera de los Estados Unidos, dónde cien tuercas recogidas por el suelo pueden conformar un collage colorido. Su obra es un cocktail de suciedad, fragilidad, acero, ruido, color, invierno, nieve, sol, mierda, basura, pintura, primavera, sudor… Todo ello bien agitado en una cabecita que intuyo tan compleja como tenaz.

Demasiadas cosas como para ponérnoslo fácil con otra conferencia simpática. A veces, lo bello cuesta. Linda sabe de eso y no tanto de estruendo y ruidos. Ella es más bien un elogio al silencio.